Según el censo de 1993, en el Perú existían 3 177 938 personas – el 16, 46 % de la población- que tenía al quechua como lengua materna, de las cuales 1 535 324 eran hombres y 1 642 614 eran mujeres. Si tomamos en cuenta sólo la población rural (5 566 717 habitantes), el porcentaje de quechua hablantes se duplica (32,02%), lo que revela la extraordinaria importancia que esta lengua tiene en el Perú.
Conocido también como runa simi “lengua de los hombres”, parece haber tenido como punto de difusión inicial la costa central del Perú, desde la que inició un proceso de desplazamiento y expansión que a la llegada de los españoles tenía cerca de 2 000 años de duración. Tan dilatada carrera es la que explica la cantidad de variedades a que ha dado lugar y que han generado la discusión en tono de si bajo la denominación quechua existen un o varias lenguas.
El destacado lingüista Gustavo Solís resume así la cuestión: “la idea de considerar al quechua como una familia de lengua está bastante generalizada. El problema de cuáles son las lenguas que constituyen esta familia es más difícil de enfrentar, aunque es común hablar de ciertas variedades regionales como si fueran del nivel de lengua. Así tenemos como si fueran lenguas, al Wanka (Junín) al Ancashino, al cuzqueño, etc. (que son regiones dentro del territorio Peruano).
Lo que sí es generalmente aceptado es que estas variedades pueden agruparse en dos subfamilias: la del quechua central y la del norteño – sureño del Perú. La primera parece ser la más antigua y su diferencia con la otra hace que, en casos extremos, los hablantes no pueden entenderse.
Desde su punto inicial, el quechua se expandió hacia el norte y hacia el sur, pero su gran difusión se inició cuando llegó a la región del Cusco y los incas lo adoptaron como lengua de su imperio. La llegada de los europeos no redujo su parea de difusión, pues, paradójicamente, mientras en sus territorios ya ganados empezaba a sufrir la competencia del español, también se proyectaba hacia nuevos territorios por obra de los misioneros españoles que lo emplearon, durante los siglos XVI y XVII y que , además, le dieron el nombre de quechua, que antes denominada a los habitantes de los valles interandinos, como los del Cusco o Cajamarca a modo de lengua franca en su tarea de catequizar a los pueblos indígenas. Posteriormente empezó su retroceso, tanto geográfico como en el número de sus hablantes, que continúa en la actualidad.
Aunque posee una estructura distinta de español, el contacto con esta lengua ha tenido como resultado mutuas influencias. No sólo el quechua ha tomado muchos préstamos del español, si no que este último idioma ha recibido vocablos de aquél como “zapallo”, “cancha”, “chacra”, entre otros, que se han incorporado al castellano de otras latitudes. En el Perú, además, el quechua ha configurado un español andino, que se difunde crecientemente en las ciudades por influencia de los migrantes y que se caracteriza no sólo por uso de palabras procedentes de aquella legua, sino también por usos sintácticos que no necesariamente son incorrectos en el español estándar, como la anteposición del complemento “Un vivo eres”, en vez de “Eres un vivo”, además de peculiaridades de pronunciación y otras.
En la actualidad, aunque la alfabetización se ha difundido ampliamente entre los quechua hablantes, todavía son pocas las obras que se escriben en run simi “la lengua de los hombres”, por lo que esta labor debería ser incentivada.