Relieve, Geología e Hidrología del Lago Titicaca
TITICACA: EL LAGO DE LOS DIOSES.
El Titicaca es el centro de una gigantesca hoya de aproximadamente 60 000 kilómetros cuadrados ubicada en la meseta del Collao en medio de las divisorias de las cordilleras Oriental y Occidental. Es, como se sabe, el lago navegable más alto del mundo (3 808 metros sobre el nivel del mar) y su superficie, que viene reduciéndose desde hace millones de años, se extiende por alrededor de 8 200 kilómetros cuadrados, de los cuales 4 700 están en territorio peruano.
Otros datos impresionantes son su profundidad máxima (algo más de 280 metros junto a la isla Soto, en el Perú), la longitud de sus orillas (1 150 km), el número de sus islas (más de 30) y su volumen (aproximadamente 840 kilómetros cúbicos).
El origen del lago es objeto de discusión. Algunos postulan una procedencia marina y que, al elevarse la cordillera en el período de devoniano (hace trescientos millones de años), una inmensa masa de agua oceánica quedo atrapada entre las montañas; otros piensan, más bien, que el Titicaca es producto de los deshielos, ocurridos en el curso del Pleistoceno y empozadas en la gigantesca hoya. En todo caso, hace millones de años el lago tenía na extensión muchísimo mayor, como lo evidencian las terrazas con depósitos lacustres situadas a más de cien metros sobre el nivel actual. Ese lago primitivo, bautizado como Ballivián por el científico Isaiah Bowman, empezó a secarse a finales del Pleitoceno y dio origen a los actuales Titicaca y Poopó (en Bolivia).
Al Titicaca se dirigen varios ríos, y de él sale en único efluente, el Desaguadero, que conduce sus aguas al Poopó. La del Titicaca es, pues, una cuenca endorreica. Los afluentes más importantes se hallan en territorio peruano: el Huancané (20 m3 p.s), el Ilave (38, 5 m3 p.s), el Coata (41, 5 m3 p.s) y el Ramis (75,6 m3 p.s). A pesar de que estos y otros ríos, así como las lluvias, aportan una caudal del que el Desaguadero no podría evacuar – ya que afora apenas 6 metros – , hay un cuasi equilibrio entre la entrada y la pérdida de agua, pues con tan amplio espejo la evaporación es intensa: alrededor de 32 millones de metros cúbicos se van diariamente a la atmósfera.
Las aguas del Titicaca cumplem una función estabilizadora de la temperatura de las zonas aledañas, pero, a pesar de su magnitud, resulta poco menos que imposible canalizarlas hacia la agricultura de la costa o aprovecharlas para la generación de energía, ya que su balance hídrico es perfecto y se calcula que apenas 20 m3 p.s. podrían ser desciados sin poner en peligro su nivel. Sin embargo, el lago brinda otros beneficios. Durante milenios, los habitantes de sus riberas extrajeron de él todo lo que necesitaban: peces, aves, totora, tierras fertilizadas por el limo que dejaba al retirarse.
En alguno años la diferencia entre el nivel más bajo y el del periodo de lluvias puede llegar casi a los cinco metros. Hasta ahora la mayor diferencia entre el nivel máximo (en el año 1 986) y el nivel mínimo (1943) registrados es de 6, 3 metros. Aunque en unas pocas zonas existen acantilados, las tierras que rodean el Titicaca son tan bajas que el nivel del lago significa el anegamiento de 25 mil hectáreas. Los pantanos que entonces se forman fueron antiguamente aprovechados para la agricultura mediante la técnica de los waru warus – actualmente en pleno rescate – y ahora lo son para la crianza de ganado, que se alimenta de los pastos que crecen en las tierras que ha fertilizado el limo.
Los noventa y un glaciares, en su mayoría de la cordillera de Apolobamba, que alimentan a los ríos que van a dar al Titicaca tiene una reserva de 1189 millones de metros cúbicos, de modo que a pesar de la tendencia geológica a su desecación, ésta tardará todavía bastante. Entre tanto, las aguas del Titicaca seguirán constituyendo en centro de esa vasta región; aguas de un azul intenso cuando sobrepasan los veinticinco metros de profundidad y que en las orillas pueden ser de color de barro o, en algunas zonas, como la bahía de Puno, verdosas por las presencia de la lenteja de agua (Azolla spp.). Aguas en las que, por la extensión del lago. El viento puede producir pequeñas tempestades. Su temperatura promedio es de 13, 3°; en ciertos momentos del día, bastante mayor que la del ambiente.
El Titicaca, como se sabe, es un lago compartido por el Perú y Bolivia. La sección peruana es un poco mayor que la boliviana: 4700 kilímetros y 3500 kilómetros, respectivamente. La mayoría de las islas está en el lado peruano – Amantaní, Taquile, Esteves, pero la más grande, la del Sol, pertenece a Bolivia. Este condominio es tal vez el símbolo más visible de la imposibilidad de separar a dos países que tienen no sólo una historia sino un destino en común. Actualmente existe una autoridad binacional que coordina la ejecución de diversos proyectos que funciona dentro de una gran armonía.
Como muchos otros lugares del Perú, el Titicaca está amenazado por diversos peligros. El mayor es la contaminación por el vertido de aguas servidas y de los deshechos que quedaron de antiguas explotaciones mineras. También la erosión por sebrepastoreo y tala indiscriminada, de las zonas aledañas repercute en el lago al disminuir las precipitaciones pluviales. El resultado es que los totorales – habitad de numerosas especies animales y fuente de recursos para los hombres del lago – se han visto reducidos en 20 000 hectáreas. Felizmente todavía es posible revertir esta situación y ya se están desarrollando programas para resembrar totora, repoblar de peces nativos las aguas, purificar las aguas servidas antes de su ingreso al Titicaca, ect. Del mismo modo, la Autoridad Binacional ha previsto una serie de acciones para regular los niveles del lago con vistas a evitar desastrosas inundaciones.
El Titicaca se reparte entre el lago mayor, también llamado de Chucuito – que fue el nombre que en os primeros años de la Conquista se usó para denominar a todo el lago, y el Huiñamarca o lago Menor, separados por el estrecho de Tiquina. Su largo máximo es de 176 kilómetros, a su ancho, de 50 kilómetros. Algunos han querido ver reproducida en sus contornos irregulares la figura de un puma – para mayor precisión, un puma cazando una vizcacha – , pero esa ilusión sólo es la prueba de que sobre la mentalidad popular sigue gravitando la importancia simbólica del Titicaca.
El significado de su nombre no está del todo aclarado. Podría ser “Cerro de plomo”, de titi (“plomo”) y qaqa (“cerro”), como lo afirma Garcilaso, o “piedra del gato o del puma”, si nos atenemos a la etimología aimara. Lo que sí está claro es la importancia que el Titicaca tuvo en el desarrollo de la civilización en esta parte del continente.
De no existir el lago, el altiplano del Collao no habría podido sustentar la enorme población que siempre tuvo. Todo el clima de la región depende de esa enorme masa de agua que atempera la atmósfera, que regula con sus limos la fertilidad de los campos, que provee de peces, aves, materiales de construcción.
No es de extrañar, entonces, que el hombre del Collao lo hubieses reverenciado convirtiéndolo en fuente matriz de sus dioses. De él, de la isla que lleva su nombre, hizo salir al Sol, y en él instaló también la morada de su esposa, la Luna. Los incas, antiguos habitantes del Altiplano que a la caída de Tiahuanaco llevaron una vida errante hasta radicar en el Cuso, tampoco podían dejar de acordarse de sus orígenes y para fijar ese recuerdo crearon la leyenda de Manco Cápac y Mama Ocllo.
Este carácter de territorio sagrado lo conversó durante la colonia. No por nada, el más famoso santuario del sur se levantó en Copacabana, y el rosario de hermosas iglesias barrocas que los rodea es otra prueba de la intensa espiritualidad que irradia su atmósfera. Ahora mismo, es imposible no conmoverse con el azul de sus aguas o de su cielo, a cual más intenso. El Titicaca, qué duda cabe, es el corazón del tiempo que late sereno en la inmensidad de los Andes.
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